Normalmente mi cabeza esta tranquila, reposa,
duerme, descansa, pero hay momentos donde esa calma es violada por un
despertador, que genera q mi letargo se transforme en un vaivén de sensaciones,
que lejos de llevarle calma, la transforma en un frenesí, cual montaña rusa,
cual noche de parranda luego de un par de copas.
Es entonces donde las sensaciones se transforman en
un lenguaje que me cuesta entender, en un incompleto juego de palabras, que
trato de armar y es ahí cuando decaigo en recorrer el abecedario buscando la
solución, buscando el motivo que genera este atentado a mi paz interior.,
Recorro mi diccionario, miro las letras, me dicen
cosas, pero nada se conjuga, los verbos, sustantivos, adjetivos son parte de
este juego, pero no me ayudan a entender que sucede ni como manejarlo.
Descubro que las vocales solo me asombran, las
consonantes quieren mezclarse formando palabras para aclarar mis sensaciones,
pero entre ellas no se llevan, se pelean, se entrecruzan para confundirme,
quieren armarse pero no logran nada, terminan siendo palabras sueltas
desordenadas, equivocadas que lejos de aliviarme me sofocan, me entorpecen y me
alejan de lo verdaderamente importante.
Tomo aire, me siento, las miro y trato de
ordenarlas, solo una me quema los ojos, aparece en todo momento, descubro entre
líneas que es tu nombre, solitario, austero, que trata de acoplarse a alguna oración,
a alguna frase, alguna que rime, con “te extraño”, o “te necesito”, o “volve”,
o tan simple como “te amo”, pero lejos de eso se conjuga con un “mejor te
olvido” o un “quizás mejor dejarlo ahí”, es ahí donde mi diccionario
desaparece, donde me doy cuenta que no sos mas que una palabra, que no tiene
tiempo, ni comparación, donde sola funciona, pero cuando se transforma en frase
desaparece en el aire cual comentario que nunca nadie tomo como propio.
Es entonces cuando te transformas en eco, un eco que
solo escucho, un grito q a nadie mas que a mi aturde, y ahí descubro que estoy
solo dentro de un abanico de palabras que por mas que lo intente nunca van a
formar nada, quedando en una sintaxis incompleta.
Sigo mirando mi mesa, sigo mirando mis palabras,
esperando algún día formarlas, y que comiencen a formar parte de mi
vocabulario, así pueda generar diálogos con tu nombre, diálogos perfectos, exactos,
con sentido, conformando una historia, “la nuestra”, donde tu nombre se convine
con un “ te amo, no te vayas nunca”.
Por ahora son frases incompletas, palabras sueltas,
oraciones vacías que no conducen a nada, solo a un monologo sobre vos, que
nadie entiende ni siquiera mi cabeza, por eso vuelve a reposar, tranquila,
esperando el momento donde otro despertador ocasiones volver a escribirte.
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